Uno es dueño de disponer de
sus bienes como más le parezca. Si bien cónyuge, hijos y familiares suelen ser
los principales beneficiarios, un testamento puede expresar una voluntad
completamente distinta.
Hay quienes dejaron su
herencia a mascotas, a amigos, o a completos extraños. Tal como fue el caso del
portugués Luis Carlos de Noronha Cabral da Camara.
Setenta desconocidos muy afortunados.
Este millonario dejó su
fortuna al azar, siguiendo el impulso de su dedo sobre una guía de teléfonos.
Tenía 29 años cuando se
acercó a un notario de Lisboa, acompañado de dos testigos. Cuál no fue la
sorpresa de los presentes, cuando da Camara pidió la guía telefónica y comenzó
a seleccionar de allí a sus futuros herederos.
La notaria le hizo algunas
preguntas para verificar el estado de la salud mental. Resultó que Luis Carlos
de Noronha Cabral da Camara estaba totalmente cuerdo, sólo quería divertirse
dejando sus bienes a desconocidos.
Murió a los 42
años, y entre sus 70 herederos se repartió un
piso de 12 habitaciones en el centro de Lisboa, una casa en Guimaraes, en el
norte del país, un coche y 25.000 euros.
(mc)
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